Crisis de ansiedadLa depresion, muchas veces, cuando un familiar se ve aquejado por ella, los que le rodean no saben qué hacer. Se producen sobre todo dos tipos de reacciones:
• Negar o minimizar el cambio: “mejor no darle importancia”
• Dar consejos bien intencionados: “Anímate”, “ya se te pasará”, “Venga, reacciona”, “Tú eres la fuerte (o el fuerte) de la familia”, “Tú puedes con esto”
Estas actitudes, más que ayudar, empeoran la situación porque la persona deprimida no se siente comprendida y eso es lo que más necesita en esos momentos.
Como plantea el psicólogo Iñaki Mediavilla: la Depresión es una emoción que, en vez de tener su ciclo de crecimiento y desaparición, se ha convertido en un estado permanente: en un estado-rasgo en esa persona.
Seguramente la depresion llevaba un tiempo latente: se estaba preparando poco a poco, sin ser vista, por acumulación de situaciones y “penas” que se van quedando ahí, sin poder ser elaboradas, habladas, y aparece de forma aparentemente repentina.
La persona “ya no puede más”. Ha llegado a un límite que le impide absolutamente llevar su vida cotidiana, su trabajo, sus obligaciones, sus relaciones y tareas domésticas. Si escuchamos atentamente, la persona puede expresar lo que le está pasando: nada le interesa, la realidad ha perdido sus colores, todo se ha vuelto gris. Dar un solo paso requiere un esfuerzo considerable.
En las conversaciones semanales que procuramos mantener Iñaki y yo, con el objetivo primero de poner en común reflexiones y experiencias, él planteaba muy claramente, y yo los asumo y los expongo aquí con su permiso, tres requisitos básicos:
Aceptación,
• Comprensión
• Apoyo

Son tres pilares para una base: que la persona “herida” pueda profundizar en su estado y más adelante, superarlo.
Si falla alguna de las tres fases, la recuperación queda detenida o será una recuperación “en falso”: sólo aparente, pero no verdadera. Estará expuesta a una recaída en poco tiempo.
1. Lo primero es aceptar el cambio que la persona ha sufrido. Una actitud de aceptación incluye que si el familiar necesita dormir más, o quedarse en la cama más tiempo, aceptemos su decisión.
2. Comprender implica escuchar lo que la persona nos dice. “Yo sólo quiero dormir”… es una expresión real de una persona que entraba en un periodo depresivo. Es una vivencia común a la entrada en una depresión: cuesta mucho levantarse de la cama, lavarse, vestirse… Escuchar y comprender son quizás las tareas más importantes que podemos desplegar los profesionales de la psicología para ayudar a la persona deprimida. Todas las energías de la persona están volcadas hacia su propio interior, y el sujeto es incapaz de desear o ver nada que le atraiga fuera de sí mismo. Hay que respetar ese estado.
3. Apoyo: La persona necesita descansar en todos los sentidos. Al menos en un primer momento, es perjudicial exigir rendimiento a la persona que está cayendo en una depresión. O “déjalo para luego”, decían sus hijos a una mujer muy atareada. Dejarlo para luego implicaba acumulación de trabajo después. Lo que se puede hacer es ayudarla con su carga de trabajo, de manera que pueda realmente descansar.
Eso es apoyo. Y creer que por alguna razón le está pasando lo que le pasa. No por un capricho.
Aparte de todas las teorías, lo verdaderamente útil es escuchar y respetar a la persona que está sufriendo, sea físico o psicológico su sufrimiento. Y como alguien ha escrito: el dolor del paciente es el que él o ella dicen que es. El médico y el psicólogo y el familiar, tienen que creer a la persona doliente. No tenemos otra forma de calibrar cuánto sufre.
Minimizar y quitar importancia al que padece es la peor actitud. Aumentamos su dolor con otro: el de comprobar que nadie les escucha, que nadie les valora, que en el fondo, ¿alguien les quiere?
Otra cosa es que cuando vemos a una persona activa hundirse en la inmovilidad, eso también nos produce dolor. Pero para dar ánimos primero hay que ponerse en su lugar.
Después, cuando hayan pasado unas semanas, podremos abordar otro tipo de ayudas: Actividades, poco a poco, pequeños deseos que se puedan ver cumplidos con facilidad… Y por supuesto una terapia: poder descargar todo lo que lleva dentro.
El tratamiento con fármacos también ayuda, está claro. Pero a veces puede suturar una salida del malestar. Que la medicación sea un apoyo, pero no una mordaza para el paciente. Este sería el punto justo en el que los profesionales de la medicina y de la psicología deberíamos intentar llegar a acuerdos, y colaborar.
Siempre quedan caminos por recorrer.

Sara Blasco
28 de Octubre 2014

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