La angustia es una pregunta que no encuentra su respuesta.
Y que ni siquiera ha sido formulada como pregunta.
Si queremos encontrar una solución para la angustia tenemos que encontrar las dos: la pregunta y la respuesta. Tiene que encontrarla la persona que la padece, y que viene a consultar a un psicólogo.
Es como un agujero negro por donde se ha colado una parte de la vida, una parte de los deseos y las inquietudes. En un momento dado, el agujero se hará presente: está ahí.
El otro día leí al pasar que Stephen Hawking afirma que la información de lo que se ha “tragado” el agujero negro está ahí, en la entrada del agujero. Sólo que no es posible rescatarla. Es la “paradoja de la información”, que se queda retenida en el “horizonte de sucesos” en forma bidimensional. “Hawking admite que no hay forma de recuperarla de ahí en forma útil, pero está dispuesto a jugar con la idea de que pueda reaparecer en un universo paralelo…” (El País p.10 “El Acento”: “Stephen Hawking sale del agujero negro” Javier Sampedro
)

Hablando de ti mismo, de cómo fue tu infancia, de cómo tu padre hizo de padre, de cómo fuiste querido, amado, utilizado, rechazado, traicionado, vuelto a querer, protegido en exceso, admirado, humillado, victorioso… te encuentras a ti mismo, cómo has sido tú como hijo, desplegando todos los días, todas las noches que puedas recordar…Aparece el transcurso de tu historia, las huellas dejadas por los otros que han sido para ti…
Qué otro eres tú para tu hijo, qué padre eres…
Esa puede ser una pregunta. Y la angustia aparece si hay algo que no se puede concluir, hay algo que no se puede aceptar, un final, una separación, deja un vacío.
Cómo has sido marido o compañero, cómo has sido mujer y compañera, cómo has sido madre, cómo has amado a tus hijos. Si no hay preguntas no hay angustia y todo queda cerrado y punto, ya no piensas más en ello. Y está bien así. Seguramente.
La angustia habla de humanidad, de no conformarse con lo que la racionalidad nos marca. De sentimientos abiertos, a veces desgarradores.
Las preguntas están en un lugar llamado Inconsciente. Lo que conocemos de nosotros mismos es la punta del iceberg, una pequeña parte de lo que somos en realidad. Y la parte escondida es mucho más grande, donde habitan las huellas de un pasado inmenso cargado de todas las emociones que hemos vivido alguna vez.
Toda esa información está perdida. Está casi perdida, sólo a veces podemos recordar. Pero muchas veces repetimos, sin darnos cuenta.
Volver a leernos para volver a escribirnos. Esa es la solución: aparecer en un universo paralelo. Cada vez que nos reinventamos, creamos un universo paralelo. Creamos lo que no existía antes.
También el genial Hawking define la inteligencia como la capacidad de adaptarse al cambio.
Adaptarse no es sucumbir ni paralizarse ni morir con el cambio. Adaptarse, me parece, tiene que ver con luchar, con usar la imaginación, con crear herramientas que te permitan enfrentarte a la nueva situación con éxito.
La angustia es una pregunta que no ha sido formulada, pero que es necesaria:

¿Cómo resuelvo esta soledad?
¿Cómo me enfrento a este tiempo vacío que antes compartía con esa persona que ahora no está?
Angustia de separación: En los límites del agujero está la información. Volver al Paraíso es imposible. Crecer, crecer es la alternativa. ¿Eres dueño de tu destino?
Al menos te conviene pensar que sí a la hora de tomar una decisión. Porque lo más triste es que la repetición sea el único futuro: la repetición de un destino que ni siquiera es el tuyo, que fue el de tu padre, el de tu madre…
Angustia de incompletud
: enfrentado a mi propia frustración, caigo en acusar al otro de sus fallos. Insisto en exigirle una perfección acorde con mis fantasías.
Vuelvo a quedarme solo. Aparece la angustia como única señal de que algo está vivo en mi interior, y requiere un cambio, una nueva escena, una oportunidad.

Sara Blasco
En el Invierno de Nuestro Descontento

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