Superar una depresión

  • Las personas son importantes. Conectar con personas, hablar, compartir las angustias y tristezas. También las alegrías. Salir a la calle.
  • Tú eres importante. Escucharte a ti mismo/a, preguntarte qué deseas. O qué deseabas antes.

 Superar una depresión

En otras ocasiones he dicho, la depresión indica un tiempo de retirada, de esconderse del mundo para curar las heridas. Y sí, esta vida es a veces como una batalla.

Es conveniente respetar cierto tiempo, sin quedarte totalmente aislado. Pero pedir una tregua.

En la Depresión siempre está en juego una pérdida. Averigua qué has perdido esta vez, para que te inunde la tristeza.

Asumir que la vida es un proceso de pérdidas. Y también de ganancias.

  • Alimenta tu cuerpo
  • Alimenta tu espíritu

Realiza esa actividad que siempre piensas que podrías hacer cuando tengas tiempo, cuando tengas un día libre, cuando no estés cansado…

Busca lo que te equilibra: hay personas a quienes hablar sienta bien. Hablar supone una liberación de tensiones, una catarsis, y eso equilibra sus emociones.

Para otras personas es mejor trabajar más con el cuerpo: el Yoga, Pilates, el Tai-chí. Son ejercicios que buscan recorrer todos los músculos del cuerpo. A través de ellos puedes recuperar la sensación de dominio, de fuerza. Sobre ti mismo en primer lugar.

Integrar el periodo de depresión

La depresión es un proceso curativo del propio espíritu. Ya  de antiguo se conocía que la persona sumida en la tristeza, ve mejor la realidad.

Esto qué significa: que la ve sin los velos de las ilusiones que constantemente nos ponemos por delante para seguir el camino. Ve sólo el lado negativo de las situaciones, y por eso hay una exageración, un aumento de lo negro sobre lo blanco.

Un ejemplo:

Un hombre de cierta edad sufre una Depresión. Consulta porque no quiere ir a su trabajo. Piensa en una ruina inminente. El futuro lo ve negro. Incluso ha pensado en quitarse la vida.

La situación de crisis tiene mucho que ver, por todas partes le llegan comentarios de la situación desastrosa. Algunos datos concretos vienen a corroborar las peores perspectivas: el principal cliente de su empresa ha cerrado. Otro más está con muy baja producción.

Contempla toda su vida como un fracaso. Ya no va a poder ayudar a sus hijos económicamente. Todo le llena de vergüenza, impotencia, tristeza.

                La perspectiva que adopto en la consulta es la de escuchar los razonamientos de este hombre. Por qué ha llegado a este estado.

Para poder ayudarle a salir, tenemos que acompañarle un tiempo en su situación. Él mismo debe comprender qué le está pasando y por qué.

                Como dice mi buen amigo Iñaki Mediavilla, psicólogo Gestalt: la tristeza es lo más auténtico que esa persona tiene, lo más personal suyo en ese momento. No debemos intentar sacarlo de ahí rápidamente ya que eso equivaldría a reprimirlo, taparlo, negarlo.

                También debo decir que, en este caso, la persona no se dejaba arrastrar por sus pensamientos negros: tenía mucha fuerza de voluntad y se obligaba todos los días a cumplir sus obligaciones, por más que sus inclinaciones fueran otras. Es decir, que no se permitía caer materialmente en un estado de inmovilidad total.

                En medio de tanta exigencia, algún familiar consiguió que descansara unos días y se alejara de su entorno habitual. Esta perspectiva le vino bien. Él mismo empezó a cuestionar la veracidad de sus temores.

                Las personas de su entorno le apoyaban y le expresaban su aprecio y valoración. También consiguieron que se abriera a la comunicación de su estado. Esto fue bastante decisorio: cuando todas las personas de su entorno conocieron su situación, él empezó a mejorar.

                Por último, comenzó a tomar medicación. Su perspectiva cambió de forma radical. Tal vez “demasiado” radical. Ahora todo le parecía mentira. Estaba en un estado cercano a la euforia.

                A pesar de esto, continuamos un mínimo de terapia: Cuáles habían sido los determinantes de su estado, era mi pregunta.

                Finalmente, pudo hablar de dos inversiones que había hecho cuando “la burbuja inmobiliaria” estaba en lo más alto. Así, está hipotecado de por vida, prácticamente. Si su empresa tuviera que cerrar, le sería difícil hacer frente a los pagos. Aunque no imposible.

                Habló de lo difícil que le estaba resultando pasar de la bonanza de los años anteriores, a las estrecheces actuales. No había pensado que esta situación pudiera llegar. La edad, con sus pequeñas señales de decadencia, también participaba en el conjunto de su percepción.

Creo que podemos aprender mucho de cada caso, de cada persona a la que llegamos a conocer un poco.

Qué nos enseña este caso:

  • En primer lugar, que no hay que quedarse solo ni dejar de moverse.
  • En segundo lugar, que todas las ayudas son buenas, al menos al principio: las salidas de descanso, la consulta al psicólogo, la comunicación con las personas que nos rodean y aprecian, la consulta con el psiquiatra.
  • Por último, que siempre podemos entender por qué nos ha pasado. Si conseguimos comprender lo que nos está ocurriendo y por qué, ya tenemos una parte del trabajo hecho, para conseguir vencer la situación dolorosa.
  • Si conseguimos integrar el dolor, aceptar el decaimiento y la tristeza como partes de un proceso, saldremos enriquecidos y fortalecidos como seres humanos.
  • Se trata de que seamos más humanos, más persona, no de convertirnos en piedras que ni sienten ni padecen…

Sara Blasco

25 de Junio, 2014

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Publicar comentario