¿Qué es un ser humano? ¿Cuál es la base de la existencia, el motor primero de la vida humana?
Si pensamos en la Depresión, vemos la expresión de lo que no es, de lo falta. Vemos que en las personas con depresión, lo que falta es el deseo.
Y lo que permite a una persona salir de su estado depresivo es conectarse con sus deseos personales. Empezar a decir, a expresar, a realizar, pequeños deseos que empiezan a despertar en su interior: salir con un amigo, dar un paseo con su marido…
Hay una necesidad de los otros. Que es algo más que la necesidad de “reconocimiento” por parte de los otros.
Hay un eje que nos interroga:
Completud- Incompletud
Nos preguntamos si el deseo es la base de la existencia humana, esa primera piedra. O el miedo es la base y el deseo es la consecuencia…
En el nivel práctico, lo insoslayable y básico de una Terapia, es conectar al paciente con lo que es y en lo que es. Y ahí algo básico es el deseo: “Tú qué quieres”.
Lo que quiero es diferente de lo que debo, lo que necesito, lo que los otros quieren, lo que los otros esperan de mí.
El punto de partida del deseo como base y piedra angular del sujeto, es la aceptación de que es un ser incompleto. Lo que le completa está fuera de él o ella. Pero esta pulsión de completarse, de desear lo que está fuera de uno mismo, es por definición inagotable. Cuando se consigue una cosa deseada, siempre surge otro deseo.
Es una búsqueda, un camino, que parece que no te va a completar nunca. Una vez conseguido el deseo, surge otro deseo.
Por debajo está ese miedo, ese abismo donde yo me busco a mí, a través de la búsqueda del objeto, de las cosas o las personas deseadas.
Podemos pensar que hay un camino de ida y un camino de vuelta. En esa “expulsión del Paraíso”, (donde todo estaba en mí no necesitaba nada más, en esa unión primitiva, en la infancia, con la madre…)
Si deseo es porque he perdido esa sensación de ser-completo. Algo me falta, y es lo que deseo. Ese camino me conduce a crecer, a aprender, a identificarme con los que me rodean, a buscar su amor, su reconocimiento, su comprensión.
En ese camino, hay que buscar el deseo personal. Si el deseo ha sido falseado por los deseos de los demás, voy a equivocar mi camino.
Esto lo vemos en muchas personas, que no han estudiado lo que querían sino lo que sus padres veían más conveniente. O que no se han relacionado con las personas elegidas, sino con otras personas impuestas por los demás, por el miedo, los prejuicios, las “conveniencias”.
Muchas situaciones de depresión, ansiedad y obsesiones son provocadas por esto: haber perdido de vista lo que la persona realmente desea. O haberlo perdido en un momento del camino por un mal jefe que de pronto nos hace la vida imposible. O un compañero del trabajo que no reconoce nuestra labor y que intenta hacernos de menos, criticar, rechazar…
O también, porque hemos elegido como pareja a una persona que se parece mucho a un padre o una madre. Y como ellos, va a repetir la forma en que nos trata, la forma en que nos mira y nos valora. En este caso, estamos repitiendo una situación.
La repetición siempre es para intentar superar un conflicto. Pero si no conseguimos superarlo, podemos quedarnos durante años sufriendo por esa repetición.
La sexualidad es la forma en que nos encontramos en el momento más íntimo de nuestro ser con el ser de otra persona que se supone que nos reconoce como somos. Pero si esta visión está distorsionada, ya no nos sentimos reconocidos. Entonces surgen las distancias, la falta de deseo. Y los síntomas: la angustia, las obsesiones…
“El síntoma es la sexualidad del neurótico” decía Freud. En este sentido, si la comunicación no fluye, la mirada del otro no nos reconoce, el síntoma va a ser la expresión de toda esa energía que no encuentra su cauce.
Reconocerse en los propios deseos es una parte fundamental del camino de crecimiento y de independencia de los progenitores, del padre y la madre.
En este camino de independencia nos encontramos como “neuróticos”, incompletos, carentes.
En este sentido, hemos sido expulsados del Paraíso. “Nacemos en pecado”, por querer saber, por querer morder la manzana del árbol prohibido, la fruta del conocimiento, para ser como Dios. Caemos entonces en la conciencia del Bien y del Mal. Será necesaria una Ética para la convivencia.
Me plantea mi colega en los encuentros de los viernes, Iñaki Mediavilla, la posibilidad de iluminar este enredo con una visión orientalista: “No quieras ser, eres”
Eres lo que piensas, lo que sientes, lo que deseas.
Ahora, sé consciente de eso que piensas, sientes, deseas…
No se trata de reprimir o censurar lo que eres. De lo que se trata es de que tomes contacto. No tanto con lo que deseas, sino con el ser deseante que eres. En este sentido eres un ser completo. Pero eso lo tienes que descubrir, y tienes que descubrirlo fuera de ti. Acabarás descubriendo que todo aquello que buscas está en ti.
Hacer ese proceso de toma de conciencia es el recorrido de la terapia. “De dónde vengo”, qué imagen de “hombre” tengo, de “mujer”, qué imagen de padre, de madre. A través de la historia que he vivido. Aprender a ver que si me peleo con ellos, estoy en el mismo eje, quiero “hacer lo contrario”, pero todavía no sé qué es lo que “yo” quiero hacer.
En ese viaje es en el que uno se pregunta: “Quién soy yo”.
Si entendemos la terapia como un camino, hasta dónde quieres llegar. Es ahí donde “los orientalistas” y también el Psicoanálisis dicen que llegas a un estado de “supra-conciencia”. Que es un proceso de des-identificación:
Yo no soy: lo que mi padre quería que fuera. Lo que mi madre proyectaba para su hijo/hija.
Pero no para destruir el “yo”, sino a través del “yo”. ¿Y qué pasa cuando te acabas de des-identificar? Te quedas frente al misterio: el propio camino de liberación te hace ser posible al ser consciente: Llega a ser quien realmente eres.
Y no se trata de una afirmación inicial: “Yo soy así, y tú te aguantas”. Por ejemplo, si soy agresivo, “es que soy así”.
Se trata de un proceso de aprender a desear.
Aprender a diferenciar el deseo de los otros: padre, madre, o sistema social: “desea el coche más grande…” Ese sería un deseo perverso, donde deseo lo que no soy.
En el deseo sano, deseo lo que soy.
Ya estoy haciendo el camino de vuelta al Paraíso: Deseo ser lo que soy. Atravesado por una ética. Donde los demás también existen, no existo sólo “Yo”. Y por lo tanto también me dirijo al otro que me encuentro, que me acompaña: quiero que seas como eres. No quiero que seas un instrumento de la satisfacción de mi deseo. Puedo amar con el verdadero amor, quiero el bien del otro. Te quiero como eres.
Esto es un resumen, en la terapia estas frases deben cobrar vida y llenarse con las palabras y los recuerdos y los deseos concretos de la persona que viene a consultar, a pedir ayuda para (re)encontrarse consigo mismo.
Sara Blasco
Lunes 17 de Noviembre 2014