Hablamos de Dependencia Emocional cuando una relación es perjudicial para una de las personas o las dos, y aún así, quiere seguir en ella.

Cómo determinar que una relación es perjudicial. Cómo diferenciar el “daño real”, de las diferencias y conflictos que surgen necesariamente en toda relación.

Cuando los conflictos y diferencias son positivos, nos hacen crecer. Aprendemos algo de nosotros mismos y del otro. Esto no siempre es agradable, pero nos enriquece y nos aporta algo positivo.

Cuando sólo se trata de sufrir, de limitarnos en la libertad de acción, de pensamiento, de relación…Entonces podemos hablar de dependencia emocional.

Los celos son un claro síntoma.

Para abrir un poco el marco de la reflexión, empezaremos aclarando que los seres humanos somos en general, dependientes. ¿Por qué?, porque nacemos muy indefensos y necesitamos que otro humano nos cuide durante muchos años. Suele ser la Madre la encargada de esto, y cada vez más, el Padre que se implica en la crianza y cuidado de los Hijos.

Estos primeros años marcan la huella de cómo nos vamos a relacionar en la edad adulta. Los primeros años son muy importantes para el desarrollo futuro. Si hemos tenido una crianza coherente, que nos proteja y nos acompañe en todas las necesidades de amor, de abrazo, de cariño fundamentalmente, la autoestima será fuerte y segura.

En cambio, si el niño o la niña han estado sometidos a horarios y exigencias poco “humanos”, en el futuro ese “abandono” y falta de atención se traducirá en inseguridades y miedos. Por ejemplo, unos horarios de trabajo de la madre que la obligan a estar alejada de la crianza, con una Abuela o Abuelo como sustitutos en llevar al niño a la Guardería a las 7 de la mañana y recogerlo a las tantas de la tarde, este niño seguramente tendrá síntomas que pueden ir desde el Déficit de Atención, la Hiperactividad, mal rendimiento escolar, problemas de comportamiento, etc.

La autoestima de este niño va a estar alterada, porque no ha recibido la suficiente atención por parte de las personas principales de su mundo afectivo. Y seguramente va a presentar en la vida adulta problemas de Dependencia Emocional.

Es decir: buscará en sus relaciones de Amistad y de Pareja, aquella presencia que no tuvo de forma suficiente en la infancia. Se sentirá inseguro, insuficientemente querido por las personas que le acompañan.

En algunos casos, se trata de hombres que   exigen a su pareja una presencia permanente, y entienden que el sometimiento de la mujer a sus deseos es la prueba de su amor.

Sin embargo, amar a alguien –el amor verdadero- significa querer el bien de la otra persona. No querer atarlo a mi bienestar para ejercer una especie de posesión, donde la pareja deja de ser libre para actuar, relacionarse, vestirse…

En este caso hablamos de dependencia emocional patológica o enfermiza.

También puede ser el caso de una mujer que quiere controlar todo lo que hace su marido o novio. En las mujeres con hijos, esta inseguridad tiende a manifestarse con más frecuencia sobre los hijos. Aunque ya sean adultos, la madre quiere seguir controlando e interviniendo en sus vidas. La Sobreprotección es una manifestación de este estado, para conseguir un estado de “dependencia mutua”, ya que, como es sabido, la sobre-protección genera inseguridad en los hijos.

Son los dos extremos: abandono por un lado, falta de tiempo para estar con los hijos cuando son pequeños, y sobre-protección más adelante, para compensar aquella carencia, y establecer ataduras cuando lo que necesitan es independencia, necesitan alas fuertes para volar por su cuenta.

Cada persona puede analizar en su caso cómo ha sido su crianza y cómo son los lazos que establece en su vida adulta. Con un psicoanalista este proceso se puede recorrer de forma más objetiva.

Para poder diferenciar aquello que nos impulsa hacia la pareja, si es un lazo flexible, abierto, que nos ayuda a crecer como seres humanos, o si es una atadura rígida, que nos impide el movimiento vital.

Sara Blasco

28 de Mayo 2014

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